Hoy, mientras fregaba la olla en la que ayer tuvimos cociendo durante sus buenas cuatro horas un caldo de esos que nos encantan en casa, se me ha ido la olla. Y no la que tenía entre las manos con el estropajo, sino la otra. Y me ha dado por pensar en esa expresión tan típica: "Estar hecho caldo". La usamos para referirnos a estar completamente destrozado, agotado, sin apenas fuerzas para nada más... És lógico, si uno mira las verduras y la carne después de todas esas horas de cocción, todo bien desecho y bien reblandecido, tanto que se desmenuzan al sacarlos de la olla, se entiende perfectamente a qué viene esa expresión.
Pero claro, ahí ha sido donde se me ha ido la olla (curiosa expresión, tal vez algún día deba investigarla), insisto, la de encima de los hombros, no la que estaba fregando. Y claro, me ha dado por pensar que si bien es cierto que el contenido estaba practicamente deshecho, sin embargo lo que antes era simplemente agua se había convertido en una substancia nueva, que condensaba el resultado de todo ese esfuerzo, de toda ese agotamiento de sus distintos componentes en un caldo delicioso. Tal vez, sólo tal vez, lo de "estar hecho caldo" no sea tan malo, después de todo, si precisamente lo que surge en la mente es precisamente eso, un suculento caldo de ideas, de proyectos, de nuevas sensaciones que hará que haya valido la pena acabar hecho caldo...
En fin, tonterías mías, como de costumbre. Pero para eso está un blog, ¿no?
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