lunes, 26 de septiembre de 2005

Niños malos

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Hoy he intervenido en el debate que estamos llevando a cabo en la asignatura de Desarrollo y aprendizaje en la edat escolar, en la Universitat Oberta de Catalunya. La profesora, con toda la picardía de quien lleva ya años en la profesión, nos pregunta si los niños malos lo son de nacimiento o bien se forjan por medio de sus experiencias en el medio que los rodea. He aquí mi aportación en el debate:

Respecto a la pregunta que planteaba Nuria (la profesora), creo que debemos darle un pequeño giro para intentar responder. En mi opinión, no podemos hablar de bondad/maldad del niño (obviemoslo de momento como alumno para poder situarlo en el máximo número de ambientes posible) sino de adaptación, entendida desde el punto de vista social.
Según los parametros que tenemos establecidos, consideramos un niño como "más bueno" cuanto más se adecúa al entorno en el que lo situamos: cuanto más sigue las normas de la escuela, mejor alumno es; cuanto más se adecúa a las normas de casa, mejor hijo es; cuanto más se adecúa a las normas sociales, mejor ciudadano es. Evidentmente, esta adecuación entra en conflicto cuando existen "patrones de conducta" en conflicto. Las normas del grupo-clase en el marco escolar no són las mismas que las del grupo de amigos en el marco lúdico.
Si el niño acoge unas normas como propias y no es capaz de alterarlas en las distintas situaciones que vive, es decir, adaptarse a su entorno, es cuando catalogamos su comportamiento como "malo". Evidentmente, existen diversas "categorias" o "estratos" de normas, que se superponen unas a otras. No pretendo establecer que las normas de la banda juvenil sean igual de válidas que el resto, pues rompen con la "norma superior" que es la del "comportamiento cívico correcto", que se halla por encima y, por tanto, se convierten inmediatamente en no adecuadas.

Respecto a si esta capacidad de adaptación es innata o adquirida, creo que influyen ambos factores.
Evidentmente, el ser humano destaca por su capacidad genética de adaptabilidad al medio. así pues, existe un componente innato que nos dirige hacia la adaptación como medio de supervivencia (supervivencia social, en este caso). Las influencias externas, sin embargo, pueden modelar esta capacidad adaptativa hacia estrategias de defensa juzgadas como "malas" (es decir, no adecuadas) que en muchas ocasiones no son otra cosa que medios de autodefensa hacia lo que se percibe como amenaza. Así pues, creo que el hecho de que un niño adquiera la etiqueta de "malo" se puede deber, sobre todo, a una parte innata (poca capacidad de adaptación o adecuación a las normas), a una parte externa (conflicto entre diferentes valores o "normas" de adecuación) o a la combinación de ambas.

No se si habré sabido exponer claramente lo que pensaba. Disculpad el galimatías de ideas si no ha sido así.

domingo, 25 de septiembre de 2005

Maestro y aprendiz

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Releyendo un blog que inicié hace tiempo y que ha sido de lo más irregular y escaso, me he encontrado con este texto que no quiero perder y que considero que aquí está mucho mejor; al fin y al cabo, el tema tiene mucho que ver con lo que escribo aquí.

Hace unos días recordaba una frase que en su momento escribí (con aquellas ínfulas de los 18 años en los que pretendes redefinir el mundo con cuatro poemas y tres frases rimbombantes). Escribí "Quiero ser aprendiz de todo donde nadie quiere saber nada". Hoy en día, y dada mi profesión, prefiero redefinirla.

Quiero ser aprendiz de todo y maestro de nada.

En serio, me encanta aprender. Y creo que cada día es una nueva oportunidad de descubrir algo nuevo, distinto, maravilloso. Afortunadamente, tengo 27 bichos que me ayudan a ello, permitiéndome ser consciente a diario de qué poco sé. Ser "el maestro", tal y como lo entendían cuando yo era estudiante, parece que te otorgaba una especie de posición de cuasi-divinidad, a la que iban aparejadas la infalibilidad, la omnisciencia y, sin duda, la moral absoluta. Yo intento que mis alumnos nunca me vean así. Quiero que vean que me equivoco, lo reconozco y pido perdón por ello. ¿Cómo si no voy a enseñarles a asumir los errores y rectificarlos? Quiero que vean que ni sé ni pretendo saber todo lo que existe en este enorme mundo, pero que me encanta intentar aprender cada día un poquito más. ¿Cómo si no puedo transmitirles el cariño y el interés por el conocimiento? Y sobre todo, quiero que vean que no me atrevo a juzgar a los demás con facilidad (aunque a veces me pueda el prejuicio o la presión del entorno), sino que intento conocer cuanto más mejor sobre la persona o situación en concreto para poder hacerme una idea propia. ¿Cómo si no voy a enseñarles a ser solidarios?

En definitiva, no me gusta que me vean como EL MAESTRO, sino quizás como otro aprendiz de ser humano con algo más de experiencia que ellos (y que por esa experiencia es por lo que se atreve a intentar ayudarles en su camino hacia nuevas fronteras, en su formación).

Alguna vez me han criticado compañeros míos de profesión por actitudes como ésta. Dicen que con ella pierdo el principio de autoridad, el respeto necesario a nuestra profesión. Creo que se equivocan. Se puede decir muchas cosas de mis bichos, pero nunca que no me respeten o que pongan en duda mi autoridad. La mayoría de las veces, me basta una mirada seria o contar lentamente de 5 a 0 con los dedos de una mano para conseguir el silencio en clase o para frenar a un chico que está alborotando en exceso. Creo, sinceramente, que ellos comprenden y aceptan que hay límites entre nosotros, que es una especie de pacto tácito. Yo les ayudo a aprender. Ellos me enseñan a diario. Y entre todos, superamos un temario que no siempre nos gusta o parece interesante, pero que es con el que nos obligan a trabajar.

Creo en el afecto y la comprensión como cuna del respeto y base de la autoridad, no en el miedo al castigo y la represión.

Si vemos la palabra maestro tal y como se consideraba hasta hace poco (aquel que lo sabe todo y por ello está capacitado para enseñar) es cuando creo que se puede entender mi afirmación de unas cuantas líneas atrás:

Quiero ser aprendiz de todo y maestro de nada

Bendita Inspiración (II)

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Hoy os dejo unas cuantas perlas más de las que me regalan mis alumnos en sus ejercicios y exámenes...

- En un examen de naturales:
El hueso de la parte delantera de la cabeza es el frontón

Hombre, la verdad es que el frontal, amplio es, pero tanto como para jugar a lanzar pelotas contra él... Un pelín doloroso, ¿no?

- En un examen de sociales:
La invención de la imprenta significó que ahora se puedan fotocopiar cosas

Que no digo yo que no, pero vamos, que algo más podría poner el energúmeno en cuestión como respuesta...

- En un ejercicio de sociales:
El crecimiento de la población de Cataluña es ligeramente positivo porque la lengua viene de los griegos

Este... sí, claro, desde luego, y mi abuelo tenía una bicicleta, pero ¿Alguien me explica cómo ha llegado este individuo a mezclar los dos conceptos y resumirlos en tan genial aseveración? Porque yo todavía le estoy buscando el razonamiento subyacente (que debe haberlo, digo yo...)

- En otro examen de sociales:
Los hombres primitivos dejaron de ser nómadas para hacerse sedimentarios

Y con la cruel imagen de los pobres paisanos del Neolítico apilándose unos encima de otros para complacer el error léxico de uno de mis queridos alumnos, lo dejamos por hoy. La imagen es demasiado surrealista para mí...

Otro día, más

sábado, 24 de septiembre de 2005

Sujeto paciente

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El alumno fue enseñado por el profesor. En mis tiempos como alumno se me enseñaba que esto era una oración en pasiva. La verdad es que no se solía usar este ejemplo, sino el tan manido y socorrido el ladrón fue atrapado por la policía. No sé yo que habría robado el ladrón en cuestión, pero la policía siempre lo atrapaba. Eso si que era todo un eje transversal. Aún estudiando gramática descubrías que el mal no paga y siempre es castigado por los nobles agentes de la ley y el orden. Pero me estoy desviando del tema que quería tratar.

El alumno fue enseñado por el profesor. Según me enseñaron entonces las oraciones pasivas estaban constituidas por un sujeto paciente (el alumno, un verbo transitivo en forma pasiva fue enseñado y un complemento agente el profesor. El sujeto paciente era quien recibía la acción pese a su posición como sujeto de la oración. Y de aquí nace mi planteamiento para esta entrada. Un alumno jamás debería ser el sujeto paciente de su educación. Esa frase no debería existir. Nuestros alumnos deben tomar siempre parte activa en suproceso de aprendizaje, implicarse en él, involucrarse para crear nuevas estructuras que les enriquezcan. Desde luego, eso no es posible si se asume exclusivamente un proceso tan pasivo como la oración a la que hago referencia. Un alumno nunca debería ser enseñado por un profesor, sino que debería aprender, ayudado por éste. Y es que el aprendizaje es un proceso activo. Aún diría más (suplantando a los gemelos Dupont), debería ser un proceso interactivo. Y es que la base del desarrollo no es otra que la interacción entre el sujeto y su entorno, es decir, entre nuestro alumno y todo lo que le rodea. Nosotros, como docentes, deberíamos proporcionar todos los instrumentos posibles para facilitar ese aprendizaje, establecer el entorno más adecuado para ayudarlo a florecer, favorecer las actitudes óptimas para que se lleve a cabo y, por supuesto, aprener a nuestra vez con todo ello. En el proceso de aprendizaje el desarrollo es mutuo e interactivo. Mantengamos los ojos abiertos y aprenderemos cada día de cada uno de nuestros alumnos. En esto, el único sujeto paciente debería ser el docente; la paciencia debería guiarnos ante las dificultades.

miércoles, 21 de septiembre de 2005

Bendita inspiración (I)

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Como la mayoría de docentes, siempre he insistido a mis alumnos en la importancia de evitar dejar una pregunta en blanco, de intentar solucionar cualquier ejercicio. A veces, cuando intentan responder algo que obviamente no han estudiado, les ilumina la cara un momento de inspiración y te encuentras con respuestas dignas de figurar en aquellas Antologías del Disparate que se publicaban hace unos años. Permitidme que comparta con vosotras algunas de las que me han arrancado una sonrisa en estos últimos años...

- En un examen de Naturales:
Vivíparo: El que habla más de tres lenguas.
Todavía estoy intentando averiguar que alambicado proceso mental le llevó a mezclar las definiciones de vivíparo y políglota

- En otro examen de Naturales:
Los niños, antes de nacer, flotan en líquido antibiótico en la barriga de la madre.
Desde luego, éste tenía claro el concepto de la seguridad y bondad del seno materno

- En un examen de Sociales: Debía rellenar los huecos. Ante la frase "Los descubridores españoles, en busca de Asia, descubrieron..." Me encuentro la siguiente respuesta:
Los descubridores españoles, en busca de Asia, descubrieron los espaguetis de China.
No, si ya decía yo que hablarles de Marco Polo y Colón en el mismo trimestre no podía ser bueno...

Otro día, más

martes, 20 de septiembre de 2005

Pequeños Dioses (I)

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Hay que ver lo poco humildes que somos los docentes a veces. Nos encumbramos en nuestra pseudodivina posición por encima del mundanal ruido y estamos convencidos (o eso queremos aparentar) de nuestra infalibilidad, omnisciencia y superioridad absoluta. Si cometemos un error en la pizarra mientras resolvemos o corregimos una operación, estábamos comprobando la atención de los alumnos. Si un alumno nos pregunta algo que ignoramos, le damos la vuelta al argumento, sugiriendo que quizás debería averiguarlo él por su cuenta y así aprender, y esquivamos la dificil cuestión. Si un colega se atreve a sugerir una alternativa a nuestra forma tradicional de trabajar, montamos en cólera divina, arremetiendo contra el hereje que osa poner en duda la perfección de nuestro método pedagógico. ¿Pero qué se habrá creído ese novato/anticuado/inculto (táchese lo que no proceda)? Y no os digo nada si el que se atreve a siquiera preguntar alguno de los arcanos misterios de nuestra sacrosanta devoción es un padre. Por no hablar de si se le ocurre sugerir algo. El Fuego Celestial cae sobre el desdichado intrusista bajo la forma de una gélida mirada y una seca frase de despedida.
Y digo yo... ¿No nos saldría a veces más a cuenta, sencillamente bajar la testa y reconocer que te has equivocado o que lo que haces puede mejorarse? ¿Por qué a veces tego la impresión de que los docentes nos escuchamos mucho a nosotros mismos y muy poquito a los demás?
 

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