jueves, 20 de septiembre de 2007

Principios de física

En física hay un principio que dice que a toda acción le corresponde una reacción. Yo no soy de ciencias, pero creo que esto es absolutamente lógico y todos lo entendemos como normal y natural. Sin embargo, en clase, a veces te encuentras con compañeros que consideran que las reacciones deben producirse sin una acción que las preceda, o con una acción opuesta a la reacción que se pretende provocar. Como si pretendieramos abrir tirando de esa puerta en la que un precioso letrero dice: "Empujar". Intentaré explicarme, que me está quedando un galimatías de lo más aparente.

Llegamos a clase y exigimos a los alumnos atención. Pero somos incapaces de escucharles cuando nos preguntan, o necesitan nuestra opinión. Acto seguido solicitamos respeto, pero nos negamos a tratarlos de otra forma que no sea con condescendencia. Nos quejamos a los padres de que su hijo no confía en el profesor, pero no permitimos que ni siquiera se nos acerquen. Insistimos en la importancia del compromiso y la dedicación ante el trabajo diario y nos ven abrir el periódico o el portátil mientras ellos están intentando resolver un difícil ejercicio. Imponemos que deben ser humildes y aceptar sus errores, pero jamás cometemos (o mejor dicho, admitimos) tener nosotros ni uno solo. Y es que, al fin al cabo, somos pequeños dioses. Y como estos ejemplos, tantas y tantas otras cosas.

Pretendemos que el mundo gire al revés. "Haz lo que digo y no lo que hago". Y ahí está uno de nuestros mayores errores. Porque nos miran. ¡Vaya si nos miran! Y hay que cumplir con aquello de predicar con el ejemplo. Porque los valores (sí, estoy hablando de valores) no se enseñan en los libros. Los valores se aprenden mediante modelos, mediante ejemplos vivos. Y no podemos pretender que cumplan lo que nosotros nos negamos a llevar a cabo.

Pero ya se sabe. Ahorradme ese comentario. Es que ellos son alumnos y yo EL PROFESOR. Así en mayúsculas. Con voz sonora y apocalíptica. Pues bueno, pues vale, pues me alegro. A mí que me borren de esa categoría. Prefiero dar para recibir que exigir sin ofrecer nada a cambio.

3 comentarios:

PROFE dijo...

Se nota que eres de Primaria. Vives en los mundos de Yuppy. La educación española atraviesa por un momento dramático. La sociedad ha perdido el norte y eso se refleja en una enseñanza (me refiero sobre todo a la Secundaria) donde el profesor tiene que resignarse a sobrevivir en una especie de jungla. Es una vergüenza esta guardería juvenil. La frustración del docente es directamente proporcional a la vocación con que se inició en el oficio.

Ookami Fenris dijo...

Mi apreciado y frustrado PROFE,

Tal vez en primaria vivamos en los mundos de Yupi. Pero trabajo a diario con chavales de secundaria. No estoy ciego, pero me permito preguntarte... Si tan mal están las cosas ¿Qué haces tú para cambiarlas? ¿Quejarte y preconizar el fin del mundo civilizado y la extinción del orden establecido? Bien, es tu opción. Yo prefiero arrimar el hombro e intentar cambiar, un poquito cada día, este mundo que nos rodea. Tal vez sea un esfuerzo inútil, pero qué le vamos a hacer. Según tú, vivo en los mundos de Yupi. Según yo, sufro de una enfermedad que me encanta: El Sindrome Quijote. Que me echen molinos de viento. Seguiré estrellándome contra ellos en un intento de que mis alumnos crezcan en un mundo mejor del que hay. Y no creo que estén las cosas tan mal como las pintas, hombre. Que peor estábamos con el tío Paco.
Ah! Antes de que achaques a mi juventud e inexperiencia este optimismo, permíteme aclararte que llevo ya 23 años trabajando con chavales de todas las edades...

Venga, ánimos, que tú también puedes quitarte de encima esa frustración y empezar a cambiar el mundo. El camino más largo se inicia con el primer paso.

PROFE dijo...

No te equivoques. Yo también tengo mis pequeñas satisfacciones cotidianas (me refiero a las profesionales,claro), pero no por eso dejo de ver cuál es la situación. Y, sobre todo, no voy por ahí mirándome el ombligo y achacando a los demás los males del sistema. Da un poquito de vergüenza ajena ver cómo pones pingando a tus compañeros.

 

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