... y sigo sin acabar de entrar del todo. Este curso está siendo algo difícil. Tengo más horas de clase que el reloj de secretaría y apenás tiempo para reflexionar, preparar, organizarme un poco... Así que el blog, por sí solo, va cambiando de dirección. El año pasado era más neutro, más "articulístico". Este año se me va la mano hacia lo personal, hacia mis vivencias cotidianas. Me conozco, y con lo pedante que llego a ser, más de una entrada pseudosabia se me colará. Pero la verdad es que poco a poco me oriento más hacia el narrar lo vivido que hacia la reflexión ecuánime. Además, que demonios, no ha sabido ser ecuánime nunca, así que quizás sea mejor así.
Y hecho este caveat, vamos al lío. Ya ha pasado casi una semana y definitivamente, los bichos han vuelto. Ellos, con fuerzas renovadas. Nosotros, temiéndonos lo peor. Y a ver quien lleva a quien a su lado del río. De momento, apenas he tenido horas con ellos para aterrizar, para que me expliquen, para sonreir. El temario es el temario y ya hemos empezado a sentir el aliento del temible monstruo Noloacabaréatiempo en la nuca. Parece mentira, en tan solo una semana. Empiezo a plantearme el pegarle la patada al taburete y que le den viento al temario. ¿De qué sirve hacerles tragar un montón de conceptos y procedimientos si no les damos el tiempo necesario para digerirlos? Cada vez soy más escéptico a este respecto. Parece que sea dogma de fe el acabar el libro. Creo que me voy a declarar en herejía. Pero claro, siendo cuatro líneas (6º A, B, C y D) han de llegar todo al mismo punto. Odio aferrarme al libro. Me encanta explicar, extenderme, comentar, compartir con ellos su curiosidad. Y me revienta cuando tengo que cerrar una buena sesión de preguntas y respuestas porque se "desvían del temario y no toca".
El jueves pasado empezamos con Sociales y arrancamos con el renacimiento. Me miro el libro. Nada, lo de siempre. El Renacimiento es el fin del oscurantismo medieval (¿Pero todavía estamos con esas?) y de repente todo el mundo se vuelve librepensador, humanista, artista y les gusta el lacón con cachelos. ¡Ah! y así de golpe, va Lutero y monta un cisma. Vale. Pues que bien. Y al señor Guttenberg y su maravilloso invento ¿dónde lo dejamos? ¿Y la revolución del antropocentrismo? ¿Y tantas otras cosas...? Pues nada, ya hemos cometido la primera herejía. Cerrad el libro, bichos. Ya os prepararé luego un esquema para el examen. Vamos a hablar de historia. Y me lío la manta a la cabeza para explicarles cambios, revoluciones y transformaciones sociales. Que no te van a entender, me diocen mis compañeras, todas ellas mucho más sabias que yo... Que sí te entendemos, me dicen la mirada y las preguntas de mis bichos... Y como de costumbre, me apunto al carro de estos últimos y me tiro toda una hora hablando del Renacimiento y de los cambios que supuso social e intelectualmente. Y ni un ejercicio de los del libro. Ya me he ganado la primera bronca... y las que vendrán. Bienvenidas sean si consigo que mis bichos entiendan que aprender no es memorizar lo que dice un libro, o repetir al pie de la letra lo que dice tal o cual profesor o eminencia. Aprender es un acto continuo de descubrimiento, discusión, comentario y, sobre todo, intercambio. No hay que grabarse un libro en la memoria. Hay que consultar muchos. Y luego, seguir discutiendo...
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